viernes, 23 de marzo de 2007

los juegos de mi juventud

Ya he dicho antes que hoy existe un mundo de diferencia entre los juegos que acostumbraban jugar los niños de los años cincuenta a los que están en boga hoy entre los niños de la actual generación.

Me interesa pués señalar con el mayor detalle posible las formas y materiales de los juguetes de aquel entonces, la mayor parte de ellos de tipo artesanal y construidos laboriosamente en casa con ayuda de los padres, primos y hermanos mayores, casi todos con materias primas de uso común que no generaban gastos especiales para los padres. Hacer presente además que varios de ellos no se vendían en los comercios porque no estaban industrializados y otros que sí estaban casi ningún padre obrero o de clase media podía adquirirlo por lo que preferían fabricarlo caseramente.

La experiencia la relato desde el punto de vista de los niños chilenos de la provincia de Concepción. Y lo hago porque en Penco donde vivía, fuí junto a mis amigos de la pandilla del zorro, un asiduo participante de todos estos juegos infantiles y de tradición popular.

CORRER EL NEUMATICO Y EL SUNCHO:
Este juego consistía en hacer rodar un neumático dándole impulso con la mano y corriendo a su lado para irlo direccionando. Era muy divertido hasta que había que detenerlo. No siempre era posible hacerlo con las manos, tanto por la velocidad alcanzada, en el caso de las cuestas, como en los imprevistos; el choque con una piedra o alguna elevación del terreno, lo que hacía que el neumático quedara fuera de control. Lo peor era que chocase con alguna persona o la vidriera de algún negocio.

Lo incómodo, especialmente si era un neumático de camión o de camioneta era volver a casa con él, particularmente si se había recorrido un buen trecho Era fastidioso traerlo rodando porque ya se estaba agotado por el ejercicio y necesariamente para hacerlo rodar había a lo menos que trotar. De lejos uno sabía si un niño iba de regreso a casa porque caminaba a paso lento y llevaba el neumático al hombro.

El Suncho o Zuncho, era una circunsferencia metálica que se conoce como abrazadera que venía con los barriles de madera, muy populares en esa época para trasladar toda clase de líquidos, especialmente vinos. Su función era prensar y mantener unidas las tablas ensambladas de que estaba hecho el barril.

El Suncho tenía el mismo principio de correr el neumático, pero para conducir este gran aro se usaba generalmente una vara de madera, pero era más seguro para un mejor control usar un alambre entrelazado de más o menos un metro de largo. O bien, una varilla de fierro delgado con un gancho en la punta en forma de U, pero en ángulo recto que engarzara el diámetro de la lámina del suncho.

Con este soporte se empujaba el suncho y se podía controlar su velocidad y también pararlo o lograr su cambio de dirección. Eran frecuentes las carreras de sunchos donde por supuesto ganaba el jugador más ágil y rápido, pero el mérito se lo llevaba el suncho y era frecuente escuchar. Fulano de tal tiene un buen suncho.

También era increíble la habilidad que algunos alcanzaban para subir o bajar escaleras, correr en medio de un gentío y atravesar calles y plazoletas sorteando todo tipo de obstáculos, incluso saltar con una técnica de boteado por sobre muretes, setos y grandes piedras.

Este juguete no se prestaba y se guardaba celosamente en algún escondite fuera del alcance de los padres que siempre querían deshacerse de él y se usaba en solitario, cuando uno estaba aburrido o no había juegos colectivos. Tampoco podía usarse de noche o a la hora de la siesta porque el aro de metal corriendo sobre el pavimento producía mucho estruendo y los vecinos reclamaban.

LAS CHALACAS:

Consistían en una tabla ensebada, que podía confeccionarse al gusto de cada cual. Las había redondas, rectangulares o cuadradas. Lo importante era que fuesen de una madera gruesa y curvada. La idea era sentarse encima y mantener las piernas dobladas. Para ese efecto se clavaba un listón que servía de contención donde se ponían los pies. Usualmente tenían un agujero en uno o en ambos costados donde manualmente se introducía un trozo de cañería de metal o madera resistente para provocar ligeros giros a derecha o izquierda y ayudar a detenerla, procedimiento que se completaba con los pies, más bien con los tacos de los zapatos.

Se usaban en las pendientes de los bosques, que estaban tapizadas de hojas de pino y para que corriesen mejor era necesario pasarles repetidamente por el lado que tocaba el suelo cera obtenida de las velas comunes. Había quienes usaban otros aceites o grasas para facilitar su deslizamiento.

Este juego era bastante incierto porque había largas laderas, a veces de casi una cuadra o más de largo que presentaban empinadas pendientes con ligeras curvas. Era muy frecuente que las chalacas, que conseguían mucha velocidad no lograsen obtener la inclinación necesaria para continuar en el carril correcto y la consecuencia era el desbarrancamiento de sus conductores y sus vehículos, con consecuencias que iban desde ligeros rasmillones en manos, rostro y rodillas, hasta esguinces y quebraduras de huesos.

LAS PATINETAS O PATINES:

Antecesoras del Scooter moderno, pero confeccionadas de madera y con ruedas de patín u otras, de diferentes tamaños, que hacían que fuese más o menos veloz, se usaban preferentemente en las avenidas en pendiente. En el caso de Penco, donde las usábamos, zona de cerros y bosques por excelencia las calles en bajada eran numerosas. En el caso de la calle principal de la Refinería de Azúcar (CRAV) había una pendiente con un par de curvas de cerca de dos kilómetros de largo en franca bajada.

Los sábados en la tarde, era un verdadero espectáculo observar como docenas de niños y muchachos de diversas edades bajaban en sus vehículos por esta calle. Algunos venían de muy arriba y otros se iban agregando frente a sus casas, sea en patines tradicionales en ambos pies, patinetas hechizas, bicicletas y viradoras.

Era frecuente que las aceras de esta calle se repletaran de curiosos, casi todos residentes en el sector y familiares de estos muchachos que avivaban a los participantes y celebraban con grandes risas los apuros, choques y caídas que inevitablemente se producían a cada momento.

Dado lo largo de este recorrido y lo empinado de la pendiente era muy facil desarrollar una velocidad media de cincuenta kilómetros hora, lo que hacía extremadamente peligrosa esta cuesta resultando muchos de nosotros lesionados y hasta fuimos testigos de un desgraciado accidente donde resultó muerto uno de nuestros amigos de apellido Stowhas, hijo de Ema Stowhas.

El gran obstáculo era que viniera un auto o peor aún un camión en sentido contrario. Eso hacía que forzosamente todos los corredores tratasen de detener sus vehículos, a veces con resultados desastrosos.

LAS VIRADORAS:

Las viradoras eran en principio cajones azucareros de madera, a los que se les ponía ejes y ruedas (dos ejes y cuatro ruedas) , más una pértiga de un metro de largo, como los carretones de caballo, donde en su punta se atravesaba otro palo en cruz con una o dos pequeñas ruedas. Este carromato pequeño, usaba además para hacerlo más práctico unos tiradores de cordel o alambre parecidos a las riendas, amarrados a la cruz, que tirándolos con las manos, sea a izquierda o derecha, permitían doblar y hacer maniobras.

Los había de diversos tamaños y con sistemas rudimentarios de frenos. Unos eran solo tablas lisas, tipo chalacas y otros tenían protección por los lados o barandas.

En los volcamientos, estos vehículos de ruedas eran los más perjudicados porque su armazón casi siempre resultaba dañada o totalmente destrozada y era común ver a un compañero con los restos de la viradora en sus brazos y llorando a gritos por la pérdida de su juguete, pero más bien, pensando en la reprimenda sino paliza que le daría su padre en casa, ya que a todos se nos tenía prohibido participar en estas carreras.

1 comentario:

manuel dijo...

ESPERO QUE HAYAS RECIBIDO MI MENSAJE.MANUEL KROYER SAEZ